Participar en un programa como Masterchef me abrió la mente hasta un punto inimaginable. “Me presento a lo loco y a ver qué pasa” me dije, antes de pulsar al botón de enviar la solicitud de inscripción al casting. Nunca imaginé que ese botón me estaba lanzando a una vorágine de ambiciones y objetivos autoimpuestos que quiero cumplir.
“¡Enhorabuena! Has sido seleccionado para acudir a las fases finales del casting en Madrid”. Esa frase marcaría un “me gustaría entrar” a un “necesito entrar” obsesivo que me quitarían a unos segundos de ser concursante de Masterchef España 3 con un “lo siento, tienes que dejar la cuchara” de un Jordi Cruz que me abriría las puertas más tarde para trabajar junto a él en el ABaC de Barcelona.
Esta experiencia me hizo dar cuenta de que quiero más, quiero ser el mejor cocinero que pueda llegar a ser. ¿Top Chef? … “Voy a probar”, me dije.
De nuevo me llega la llamada: “¡enhorabuena! Has sido seleccionado para los casting finales en Madrid”.
Ese viaje en tren fue muy distinto al que hice en el anterior programa. Voy a ir a divertirme, a aprender algo más, y que sea lo que tenga que ser. 80 personas reunidas en una sala, nerviosos, una persona de la productora nombrando a los participantes de la próxima edición de Top Chef, y yo, de nuevo, fuera de la lista.
Estoy feliz por todo el trabajo realizado, pero quiero más, mucho más, y no soy de los que dejan que las cosas le caigan del cielo. No son las cámaras, son las experiencias.